Un paseo entre olivos
hasta el Cortijo del Caño.
El paseo termina y empieza en el Cortijo del Caño. Termina,
porque hay que pararse a contemplar su imponente estructura e imaginar cómo
sería antes de ser ruina. Lo que más destaca es su torre junto al arroyo y si rodeamos
la finca y alzamos la mirada encontramos al descubierto dos grandes arcos que
soportaban la techumbre de, quizás, unas caballerizas. Del tejado solo unas
cuantas vigas de madera al descubierto. Y empieza, porque cruzando el arroyo y subiendo
la ladera de su margen oriental por un olivar nuevo, se llega a un secadero de
cereales y una era en lo alto de la colina. Unos cuantos almendros en flor dan
sombra y abundante matorral bajo frescura, no faltando pedruscos para sentarse
a contemplar las vistas del cortijo y alrededores.






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